miércoles, 15 de noviembre de 2023

Tres familias que se mantienen y se fermentan a lo largo del tiempo en México: agave, maíz y nopales

Es probable que en los inicios de la civilización los primeros grupos humanos solían estar en constante movimiento en busca de alimentos que obtenían a través de la recolección de frutos, semillas, tallos y raíces, así como de la cacería de animales de la región. El saber qué comer, cómo y cuándo prepararlos es parte de diversos sistemas de conocimiento que se han ido construyendo desde entonces, transmitiéndose a través de la enseñanza y forjando la identidad culinaria en diversas regiones del mundo (Steinkraus, 1994).


Embebidos en los sistemas alimentarios se encuentra la elaboración y consumo de los productos fermentados; aquellos cuyas materias primas son de origen vegetal o animal y que involucran el crecimiento de comunidades microbianas representadas por bacterias y hongos que interaccionan a lo largo del tiempo durante el proceso de fermentación. A grandes rasgos, la fermentación es un proceso metabólico en el que, en condiciones de poca o nula presencia de oxígeno, algunos seres vivos obtienen energía de moléculas orgánicas. Particularmente, los humanos hemos utilizado esta ruta metabólica de los microorganismos para diversificar nuestra dieta y esto lo podemos ver en nuestros refrigeradores o alacenas en productos cotidianos como el pan, los quesos, y bebidas como la cerveza y los vinos (Figura 1).

Figura 1. Diversos productos fermentados de importancia global. A) cacao fermentado, B) fermentadores tradicionales japoneses para la producción de salsa de soya, C) variedades de queso azul, D) masa madre para hacer pan, E) vinos y cervezas. Imágenes tomadas en la red. 


La elaboración de los productos fermentados involucra tres componentes primordiales: los sustratos, los grupos humanos y los microorganismos fermentadores. Los sustratos son la materia prima para la fermentación pues contienen los azúcares, grasas y proteínas que van a consumir los microorganismos. Los sustratos pueden ser de origen animal como la leche para producir quesos y yogurt, entre otros o, pueden ser de origen vegetal, de los cuales se puede utilizar una amplia diversidad de plantas, tanto domesticadas como silvestres de las cuales se aprovechan diferentes estructuras como hojas, tallos, cortezas, raíces, savias, e incluso, las plantas completas. Los productos fermentados tradicionales son característicos de cada región o lugar, se elaboran con los sustratos que forman parte de la biodiversidad que rodea las localidades y que los grupos humanos han aprendido a utilizar a través del tiempo (Tamang et al., 2010).


A pesar de que la humanidad fue consciente de la existencia de los microorganismos hasta mediados del siglo XVII, el uso y manejo de estos grupos se realizaba mucho tiempo atrás y se puede ver en la diversidad de actividades que involucran el promover o restringir el crecimiento microbiano. El componente humano contempla a todas las personas involucradas en dirigir el proceso de fermentación, pues son quienes eligen sustratos de acuerdo con sus criterios de calidad (Katz, 2012) y de cierta manera realizan el manejo de las comunidades microbianas a través de los aspectos sensoriales de sus productos (Nabhan, 2010).


Estos sistemas de conocimientos y prácticas es dinámico y cambia a la par de la historia con eventos en los que ocurren intercambios culturales en los que se integran nuevos ingredientes y tecnologías que enriquecen la diversidad de alimentos (De Albuquerque, 2006) e innovan la oferta de los productos fermentados. El resultado de esta interacción de prácticas bioculturales han desarrollado un amplio catálogo de alimentos y bebidas, que se han mantenido a lo largo de la historia humana alrededor del mundo.


Estas bebidas son elaboradas y consumidas tradicionalmente por distintos grupos culturales para diversas actividades sociales como ceremonias y rituales, así como para actividades diarias relacionadas al trabajo en campo (Tamang et al., 2012). La mayoría de estas bebidas son parte esencial de la dieta y la economía local, por lo que fortalecen la identidad cultural y la cohesión entre los miembros de las comunidades (Medina y Aguilar, 2019). Además, muchas de ellas son conocidas por su contenido nutrimental y otros atributos que benefician la salud de los consumidores; posible razón que fortalece su permanencia en la gastronomía tradicional de los pueblos.


México es un exponente importante de los productos fermentados tradicionales en el mundo. La heterogeneidad de su territorio da lugar a un rico mosaico de diversidad biológica y cultural que se construye cuando las diferentes comunidades indígenas y no indígenas utilizan la diversidad al compás del conocimiento tradicional para producirlos. Godoy y colaboradores (2003) señalan que en México existían 75 bebidas fermentadas, incluyendo aquellas que involucran la destilación. No obstante, en la actualidad el número de bebidas fermentadas producidas o que se han documentado ha decrecido a un registro actual de 20. Para su elaboración se han documentado 143 especies de plantas como sustratos primarios o secundarios empleadas en el proceso de fermentación, incluso otras usadas para mejorar el sabor y el tiempo de conservación. 


Particularmente en México los principales sustratos vegetales empleados para la preparación de estas bebidas son el maíz (Zea mays), el agave (Agave sp.) y diversos grupos de cactáceas (Ojeda et al., 2021). De estas tres familias botánicas surgen las principales bebidas fermentadas tradicionales que cuentan con una trayectoria histórica y cultural clave en la mexicanidad. Además, estas bebidas forman parte de la gastronomía nacional que la UNESCO declaró Patrimonio Intangible de la Humanidad en 2010. Asimismo, la distribución de estas bebidas se encuentra asociada a diferentes grupos culturales en el país que integran y dan identidad a su sistema gastronómico local (Godoy et al., 2003).

  

El maíz tiene un significado biocultural muy importante en México. Es un ingrediente imprescindible en la gastronomía tradicional, ha formado parte de la cosmovisión de muchos pueblos indígenas quienes al domesticarlo han logrado seleccionar razas de maíz, variedades con su propia historia de cultivo, características morfológicas, genéticas y ecológicas. Las bebidas fermentadas hechas con maíz tienen una profunda y fuerte relación con las comunidades que la producen; de estas se conocen los atoles agrios, saká, tejuino, tesgüino, chorote y el pozol (Ojeda et al., 2021). Estas son elaboradas comúnmente a partir de razas específicas de maíz de las cuales se han identificado 21 para producirlas (Figura 2).

Figura 2. Proceso de elaboración del pulque en la Hacienda Xochuca. A) raspado de pulque, B) obtención de aguamiel, C) extracción de aguamiel, D) Transporte de aguamiel, E) piletas de fermentación de aguamiel, F) piletas de fermentación del pulque, G) obtención de pulque para venta, H) transporte de pulque para venta. Imágenes tomadas por Rodrigo Arredondo.


Los agaves o magueyes son plantas que gracias a su versatilidad han formado parte de la cultura agrícola mexicana desde su domesticación hace por lo menos 11,000 años. Los agaves son fuentes de alimento, bebida, materiales de construcción y vestido. Es quizás por ello que son plantas a las que se les tiene gran estima, sobre todo por la cultura mexica que las asocia con deidades como Mayahuel, la diosa del maguey. El pulque y el mezcal son las bebidas más representativas elaborada a partir de los agaves, se estima que son elaboradas a partir de 68 especies (Ojeda et al., 2021), aunque es probable que estemos subestimando la diversidad de variedades empleadas (Figura 3). 


Figura 3. Producción del colonche. A) recolección de tunas, principalmente Opuntia streptacantha, B) obtención de pulpa in situ de las tunas, C) colecta de las tunas y machacado para la obtención del jugo de la tuna, D) fermentación del colonche en ollas de barro. Imágenes tomadas por César Ojeda.


En las principales zonas áridas de México se aprovechan los frutos de diversas cactáceas disponibles para preparar un grupo particular de bebidas fermentadas. Por ejemplo, en la región del Altiplano Central se elabora el colonche o nochoctli, una bebida que puede utilizar los frutos de al menos 17 especies de nopales (Ojeda et al., 2020). En el desierto de Sonora, una bebida llamada iimam amax o vino de cardón es preparada por los Comcáac y se prepara a partir de la fermentación de los frutos de Pachycereus pringlei (Felger y Nabhan, 2019) (Figura 4).


Figura 4. Elaboración del vino de cardón. A) fruto de Pachycereus pringlei, B) recolección de los frutos, C) obtención de la pulpa del fruto de Pachycereus pringlei, D) fermentación en botellas de plástico. Imágenes tomadas por César Ojeda.


Aún falta mucho por conocer para aspirar a preservar las bebidas fermentadas tradicionales del país y su diversidad biológica asociada. Como se puede ver, el carácter multiétnico, biocultural y megadiverso que tiene México se ve reflejado en aspectos distintivos de estas bebidas, ya que son el resultado de la íntima relación que tienen los grupos culturales con los recursos naturales que manejan. Así mismo, las bebidas fermentadas tradicionales resultan ser un reservorio de recursos genéticos de plantas, microorganismos como levaduras y bacterias. A nivel teórico también son relevantes, pues, así como los sustratos vegetales han sido domesticados, los grupos microbianos que están presentes en estas bebidas también pasan por procesos de domesticación. El estudio de estas bebidas debe ser transdisciplinario, algo fundamental para construir marcos teóricos que abarquen la complejidad del sistema de interacciones entre plantas, microorganismos y saberes humanos; una nueva área de conocimiento deberá aperturarse para lograr este objetivo, la etnomicrobiología se perfila para ello.

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Autores: Rodrigo Arredondo-Fernández1, César Iván Ojeda Linares1,2*, Patricia Lappe-Olivera1, Leonardo Beltrán-Rodríguez2

1Laboratorio de Micología, Departamento de Botánica IBUNAM

2Laboratorio de Etnobotánica Ecológica, Jardín Botánico IBUNAM

*Correo de correspondencia: cesar.ojeda@st.ib.unam.mx

Palabras clave: bebidas fermentadas tradicionales, fermentación, patrimonio biocultural, sistemas alimentarios.



miércoles, 11 de octubre de 2023

Copal: elemento central en la ofrenda de día de muertos

 

Desde la prehistoria los humanos rendimos homenaje a nuestros muertos, así lo atestiguan diversos hallazgos en contextos arqueológicos alrededor del mundo, en donde los difuntos eran enterrados con objetos y elementos valiosos para cada cultura que nos precedió. Muchos de estos elementos eran confeccionados o recolectados especialmente para acompañar al difunto en su viaje al otro mundo. Si bien es cierto que el culto a la muerte es universal, en México ha adquirido dimensiones especiales.  


Desde tiempos prehispánicos en Mesoamérica se ofrenda a los muertos y a diversas divinidades resina de copal, flores y velas. En la cosmovisión mesoamericana, morir sugería el comienzo de un viaje hacia el Mictlán, el reino de los muertos o el inframundo, en donde el espíritu conservaría su identidad hasta su destino final. Es por ello que los muertos eran enterrados con cerámica (platos, cuencos o cajetes), objetos tallados en piedra, conchas, huesos humanos y de otras especies, así como con restos de animales. Además, se depositaban objetos hechos con resina de copal en forma de figurillas antropomorfas, barras, esferas y bases de cuchillos de sacrificio. Estos elementos se han encontrado en las ofrendas prehispánicas, tal y como lo atestiguan los hallazgos en el Templo Mayor de Tenochtitlan y la Casa de las Ajaracas en la Ciudad de México. 


Figura 1. Aprovechamiento tradicional de resina de copal
(aparece Sr. Margarito Tajonar). Foto de Itzel Abad Fitz. 

Se ha documentado que la resina se utilizaba desde la época prehispánica en las ofrendas y también como tributo. Esta resina era extraída de árboles del género Bursera y Protium, principalmente (Figura 1). El copal estaba presente en diversas ceremonias y rituales importantes como son la petición de la lluvia y la cosecha. 


Actualmente en México y especialmente en las regiones indígenas, la celebración de Todos Santos o Día de Muertos es un acontecimiento especial en la vida de muchas comunidades. A pesar de la diversidad de culturas, la celebración tiene muchos elementos en común, ya que está relacionada con la ritualidad y la finalización del ciclo agrícola, en donde se agradece por la cosecha obtenida, particularmente del cultivo del maíz. En esta celebración se ofrenda, se honra y conmemora a los muertos y el copal es un elemento muy importante. A partir del 28 del mes de octubre y hasta el 2 de noviembre, se elaboran refinadas ofrendas en forma de altares. El intervalo de esta celebración puede variar dependiendo de la región cultural, de la forma y edad en que murió la persona, ya que en algunas zonas se despide a los muertos hasta el 30 de noviembre, lo cual coincide con la cosecha del maíz.


En la actualidad, las ofrendas a los muertos están constituidas por elementos simbólicos como flores, velas y copal, así como una gran diversidad de bebidas y alimentos. Otros objetos que la conforman son el papel picado, manteles bordados, imágenes de santos, fotografías de los difuntos, canastos de carrizo, pilas de platos y jarros de barro. En algunos lugares incorporan a esta ofrenda los utensilios de trabajo de los difuntos, así como prendas de vestir (vestidos, mandiles, pantalones, camisas, calzado, rebozos y sombreros). Todas estas prendas se compran ex profeso para la ocasión y de acuerdo al gusto del difunto (hombre o mujer). En el caso de las ofrendas a los niños, a menudo se le ponen juguetes, ya que se considera que los muertos se llevan estos objetos. 


Las ofrendas varían en sus elementos dependiendo de la región cultural, la edad y gustos de los difuntos. Por ejemplo, para los niños se suele ofrendar chocolate, tamales de dulce, golosinas y alimentos menos picosos y menos condimentados. Si los niños murieron siendo bebés se les pone también leche, situación contraria a las ofrendas de los adultos, las cuales pueden contener bebidas alcohólicas como mezcal, pulque, tequila y cerveza. Para esta celebración se junta la familia para la compra, colecta, preparación de los alimentos y la incorporación de todos estos elementos en los altares. Generalmente, las mujeres son las encargadas de cocinar los platillos, mientras que los hombres hacen las compras y la colecta de los víveres. 


Respecto a los elementos centrales, el Cempoalxúchitl (flor de muerto), el copal y las velas tienen un significado ritual. Se considera que los muertos se alimentan del olor, vapor y sabor de la ofrenda para regresar al otro mundo, por ello los alimentos deben estar recién elaborados para que guarden el calor y el sabor. Los pétalos de flores de Cempoalxúchitl constituyen además una guía en las ofrendas. Con estos se forma un camino desde la ofrenda en el interior de la casa del difunto hasta el exterior de la misma. Este camino está acompañado con el humo de copal. El humo de copal es considerado el elemento mediante el cual los difuntos se trasladan a la tierra. De esta forma las almas no se pierden y llegan a la casa correcta. En algunas regiones de México se suma a este camino las hojas de pino conocidas como ocoxal, que en conjunto también sirve de guía para los muertos. 


Figura 2. Resina de copal en penca de maguey en la tradicional 
ofrenda de día de muertos. Foto de Luis Sánchez Méndez.




















El copal es considerado otro elemento central de la ofrenda (Figura 2). El copal deriva del vocablo náhuatl copalli, que significa resina, la cual se quema en las brasas ardientes de los incensarios, sahumerios o sahumadores, conocidos como tecolcaxit; los cuales permanecen ardiendo durante toda la celebración de día de muertos. El humo blanco y aromático que emana del tecolcaxit o popochtli, limpia, purifica las energías del entorno, establece un vínculo sagrado, abre las procesiones y da paso a la comunicación con las entidades sagradas, además de ser considerado por algunas culturas un alimento para los dioses. Por lo que se considera que el copal tiene de hecho un símil con el maíz, ya que, así como el maíz alimenta a los hombres, el copal alimenta a los dioses.


Los árboles de los cuales se extrae la resina llamada copal varían de acuerdo a la región geográfica del país. Generalmente la región de la Cuenca del Alto Balsas y la Mixteca Poblana son sitios de extracción que proveen de copal a gran parte de la República Mexicana. En esta área se utilizan para extracción árboles silvestres de copal chino (Bursera bipinnata (DC.) Engl.), y en menor medida copal ancho (Bursera copallifera (DC.) Bullock). En la península de Yucatán se utilizan árboles silvestres de Pom (Protium copal (Schltdl. & Cham.) Engl.); todas estas especies pertenecen a la familia Burseraceae.

 

Otros elementos que contienen estos altares son las flores, las cuales adornan la ofrenda. En ocasiones con los pétalos se forman tapetes alrededor del altar y en las tumbas de los difuntos. En las ofrendas se pueden observar flores y pétalos de Cempoalxúchitl (Tagetes erecta L.), además de una diversidad de colores, olores y formas. También pueden encontrarse alcatraces (Zantedeschia aethiopica (L.) Spreng.), terciopelo (Celosia argentea L.), nube (Gypsophila paniculata Boiss.), pericón (Tagetes lucida Cav), begonias (Begonia sp.), rosas (Rosa sp.), palma camedora (Chamaedorea sp.), ocote (Pinus sp.), cañas (Saccharum officinarum) L., cocos (Cocos nucifera L.), hojas de platanillo (Heliconia sp.), hoja de khun (Ceratozamia sp.), hojas de plátano (Musa paradisiaca L.), crisantemos (Chrysanthemum morifolium Ramat), nardos (Polianthes tuberosa L.), helechos, mazorcas de maíz (Zea mays L.), bules (Lagenaria siceraria (Molina) Standl.), Bromelias (Bromelia spp.), carrizo (Arundo donax L.), gladolias (Gladiolus sp.), cacalosúchil (Plumeria rubra L.) y gran diversidad de orquídeas, principalmente del género Laelia. Todos estos elementos enmarcan y adornan las ofrendas a lo largo del país. También se ofrendan frutos como cítricos (Citrus spp.), coyoles (Acrocomia mexicana (Jacq.) Lodd. Ex Mart.), plátanos (macho, dominico, tabasco y manzano ) (Musa spp.), además de manzanas (Malus domestica L.), granadas (Punica granatum L.), guayabas (Psidium guajava L.), guajes (Leucaena esculenta (DC.) Benth.) y tejocotes (Crataegus mexicana Steud). 


Figura 3.  Ofrenda de muertos en una localidad del municipio de Tepalcingo, Morelos en la región
centro de México. Foto: Luis Sánchez Méndez



Estos altares constituyen una diversidad culinaria de alimentos regionales los cuales varían de acuerdo a la zona cultural. Algunos ejemplos son mole con guajolote o pollo, tortillas, diversidad de tamales envueltos en hojas de maíz o plátano. dulce de calabaza (Cucurbita moschata Duchesne), camote cocido (Ipomoea batatas (L.) Lam.), diversas figuras de pan de muerto, chocolate o chilate, atole, arroz con leche, aguardiente, cerveza, mezcal, refrescos, agua, sal y tabaco (Figura 3). 


Debido a esta gran diversidad de elementos, significados y especies que conforman las ofrendas, la tradición de Día de Muertos es considerada por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. 


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Autores: Itzel Abad Fitz1, José Blancas Vázquez1, Alejandra Vázquez Lobo Yurén1 y Leonardo Beltrán Rodríguez2

1Centro de Investigación en Biodiversidad y Conservación, Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Av. Universidad 1001, Colonia Chamilpa, C.P. 62209 Cuernavaca, Morelos, México

2Jardín Botánico–Instituto de Biología, Universidad Nacional Autónoma de México, Tercer Circuito Exterior S/N, Ciudad Universitaria, C.P. 04510 Coyoacán, Ciudad de México, México


Coordinadora y editora: M. en D. Salma Gómez Ibarra

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Referencias 


Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Instituto Nacional de Antropología e Historia. 2003. La festividad indígena dedicada a los muertos en México. Obra maestra del patrimonio oral e intangible de la humanidad. 


Dupey, E., Pinzón, G. 2020. De olfato. Aproximaciones a los olores en la historia de México. Fondo de Cultura Económica. Instituto de investigaciones históricas de estudios mexicanos y entroamericanos. 


Licona, E., Castillo, Castillo, A., Brietzke, A. 2017. Territorio y redistribución de bienes ofrendados el día de Muertos en San Miguel Canoa, Puebla. Cuicuilco Revista de Ciencia Antropológicas. 69:208:228. 


Lona, N. 2012. Objects made of copal resin: a radiological analysis. Boletín de la Sociedad Geológica Mexicana. 64(2):207-213.


Montúfar, A. 2019. Flores, ofrenda para los dioses y símbolo de renovación de la naturaleza. Mirada Antropológica. 18:92-115.


Ríos, I., Martínez, E. 2011. Mikailhuitl de Xoxogolan ("Día de Muertos de Xoxocotla"). En: Moyrata, L. Los pueblos nahuas de Morelos. Atlas etnográfico Tohuaxca, Togente lo nuestro, nuestra gente. Gobierno del estado de Morelos. Instituto Nacional de Antropología e Historia. 



miércoles, 6 de septiembre de 2023

Diario de una Bióloga: Entrevista a la Biól. Sandra Nayeli González Mateos

 

Nací el 12 de enero de 1974, aquí en la Ciudad de México. Mi niñez fue muy divertida, fue amorosa, me la pasé bien. Desde niña estudié aquí en la ciudad, pero yo vivía en el Estado de México, así que hasta terminar la primaria, todos los días realizaba ese largo viaje… En esos años el Estado de México seguía siendo un campo, me gustaba andar en bici, jugar con mis dos hermanas mayores, y con mis primos, por supuesto. Íbamos a “Espejo de los Lirios” todo el tiempo a jugar en la naturaleza.

Recuerdo que cuando era chiquita yo soñaba estudiar Arqueología, como que me imaginaba ir de excursión con mi sombrero y mis botas, irme a otro lugar y descubrir cosas. Aunque dice mi mamá que yo ya tenía desde siempre por ahí un como un… espíritu de investigar, de hacer experimentos, porque dice que yo hacía combinaciones extrañas con cualquier cosa que me topara, las guardaba en un frasco y las escondía debajo de mi cama, y cada que ella los encontraba me regañaba un poco.

Al final decidí estudiar Biología porque me gustan las plantas, siempre me gustaron, también porque mi hermana mayor estudió para ser Química Fármaco Bióloga (QFB), y me llamaba la atención lo que nos contaba que ella hacía en sus clases. Realicé examen para entrar a la UNAM, y mi primera opción fue Biología en la Facultad de Estudios Superiores Iztacala  y me quedé, además que creo que hemos ido ganando terreno los biólogos, porque cuando yo estudiaba Biología, incluso creo que era una carrera que no tenía demanda.  Agradezco el apoyo que mis papás siempre me dieron, me dijeron siempre que estudiara lo que yo quisiera, pero que continuará estudiando, creo que fui muy afortunada.

Tuve profesores que me hicieron confirmar que la Biología era lo que me gustaba, lo que quería estudiar y lo que quería hacer el resto de mi vida. De esos profesores, fue el maestro Biól. Enrique González que influyó mucho para que me gustara como mucho la fisiología, cómo funcionan las cosas, me gustaban sus clases porque él siempre buscaba que comprendiéramos y recordáramos sobre el tema, no que los memorizamos de manera sistemática. 

También la Mtra. María Eugenia Garín y su esposo, del cual ya no recuerdo su nombre, nos enseñaron  la manera también de cómo los profesores pueden ayudar a los chicos a descubrir ciertos talentos, ellos como que te ayudaban a buscar, este… pues tus afinidades. Y también, el Biól. José Luis Gama, el cual me ayudó mucho. Creo que son de los que ahorita más recuerdo que nos fueron enseñando otras maneras de ver la Biología.

Yo llegué en 2013 al Jardín Botánico del Instituto de Biología de la UNAM, pero antes de estar aquí ya había estado en otros Jardines Botánicos como el Jardín Botánico Fundación Xochitla, el de Tepoztlán, Edo. De México, y el Jardín Botánico de Culiacán, Sinaloa. Llegué aquí, a este jardín porque me cambié de residencia y quería un lugar donde pudiera continuar con los proyectos que había comenzado en los otros jardines. Y entré por un proyecto de Educación Ambiental, en el Área de Difusión y Educación con la Biól. Linda Balcázar y el Dr. Javier Caballero, y así poco a poco me fui involucrando en las actividades del jardín hasta que en el 2015, el Dr. Javier Caballero me propuso que había posibilidad de que mi curriculum ingresara  para una convocatoria para poder ser técnico responsable de la Colección de Plantas Acuáticas, y así fue como ingresé, esa es mi labor y la disfruto mucho.

Me gusta que el Jardín Botánico, y en parte la Colección de Plantas Acuáticas es un libro abierto como para descubrir más cosas; me gusta la posibilidad de experimentar con las plantas acuáticas mexicanas, que todavía no se conocen ciertos detalles de ellas, me gusta mucho mi trabajo, también me permite recibir estudiantes, y poderlos apoyar, ser su asesora de sus estancias cortas, su servicio social o su tesis.

Tengo tiempos libres, no vivo en un laboratorio, me gusta hacer ejercicio, me gusta la fotografía, aunque soy aficionada, no me sé todas las reglas que implica, tomo lo que a mí me gusta; me gusta leer, mi libro favorito fue un regalo de un amigo que se llama Luis que conocí en un curso, un libro que se llama “El Cazador de Microbios”, es un libro ya viejito, y me gusta, y es muy importante para mí, porque él ya falleció y es como tener una parte de él, y era lo que él buscaba hacer al darme ese libro.

Así soy yo, esta soy yo, y me gusta como soy. Solo quiero decir que creo que necesitamos que mmm… como que reconozcamos el valor de la educación, debe de haber como mayor apoyo a ese sector y lo digo en el sentido amplio porque es dramático ver cómo en algunas comunidades no hay medios ni de apoyo a las escuelas, ni a los maestros, entonces hay como contrastes. Desde una comunidad pequeña donde a lo mejor apenas y hay un maestro multigrado, como hay escuelas súper capacitadas en el sentido de que tienen pizarrones electrónicos, computadoras y la la la… Yo creo que hay un gran abismo en este sector.

Y a los jóvenes que están leyendo esto, simplemente no se desanimen, hay muchas cosas que hacer como biólogos, no todo es Biología Marina, como muchas veces hay esa percepción en la sociedad; aprovechen el tiempo de los jóvenes, sí un estudiante nada más se dedica a estudiar y tiene esa posibilidad que lo aproveche al máximo.

También aprovechen la universidad en la que están, no sólo la UNAM. Tú que tienes la posibilidad de estudiar hazlo, y los invito a que puedan conocer la ciencia, de tal manera que no se espanten, la ciencia no es un monstruo así con cuatro ojos. Realmente, creo en el poder de la juventud, de poder hacer muchos cambios, y de poder ser cada vez más analíticos, más críticos, pero también propositivos.

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*Esta narración se realizó con base en la entrevista realizada a la Biól. Sandra Nayeli González Mateos, el día 23 de agosto de 2019 por Paola Yised Torres Arroyo. Coordinadora y editora: M. en D. Salma Gómez Ibarra.